27 ago 2008

Desfile Fabián Zitta


Siluetas años 50, con las formas de Lalique

Moda y Belleza
21/08/08

Colección tras colección, Fabián Zitta se inspira en temáticas dispares para diseñar vestidos símil costura, como él llama a su propuesta, con el 80 por ciento de realización a máquina y el 20 restante con terminaciones a mano; entre ellas, los plisados, tableados y volúmenes que distinguen a este diseñador-doctor, ya que es anestesiólogo. Para este verano, el disparador son las creaciones del joyero y vidriero francés René Lalique, uno de los más exquisitos representantes del art nouveau.

Así, tallados y calados de diferentes piezas del artista se reinterpretan en sobrefaldas y sobrevestidos calados en charol, que definen siluetas años 20 y 50, algunas con vestidos a la rodilla o supermini, y otras de alta noche en corte sirena. Sobrio o estridente en colores, Zitta reafirma el amarillo, el verde hoja y el fucsia intenso, que combina siempre con negro; entre otras estampas, suma algunas acuareladas. Sus géneros favoritos son el satén, el jersey de seda natural, la organza, el tul e infinidad de recortes de charol que dibujan mariposas en el escote, se vuelven capitas, polainas o tocados diferentes.

María Elena Baggio

14 ago 2008

Apuntes Riojanos

Cosas Nuestras
Revista N° 17
La Rioja

Amo y señor
En la Quebrada de los Cóndores cielo y tierra parecen unirse. Y es el lugar ideal para avistar el ave voladora más grande que existe, símbolo del continente sudamericano y habitante inmemorial de la Cordillera de los Andes. Si algo tiene de especial la Quebrada es la posibilidad de ubicarse en lo más alto para verlo. El Morro de los Cóndores es uno de esos sitios y se llega a su cima luego de una entretenida cabalgata o caminata con la colaboración de guías. En este mirador, se puede observar cómo los cóndores se acercan con vuelos circulares hasta menos de un metro de la cabeza de los visitantes y descienden hacia sus nidos, ubicados entre las piedras salientes de la montaña, o se pierden por los desfiladeros.

El cablecarril
En las proximidades del cerro Fátima se erige el cablecarril, la mayor obra de ingeniería en vías aéreas de toda América. Inaugurado el 24 de julio de 1903, fue construido para trasladar los minerales de la mina La Mexicana, ubicada a 4.603 metros de altura sobre el nivel del mar, hacia la ciudad de Chilecito. Tiene un recorrido de 35 kilómetros con nueve estaciones unidas entre sí por una de las primeras líneas telefónicas del país. Fue declarado Monumento Histórico Nacional. Actualmente no funciona, pero se lo habilita en determinadas ocasiones con fines turísticos.


Maravilla natural
Talampaya tal vez sea la formación natural más impactante de la región. La prueba está en que su rojizo cañadón tiene paredones que se elevan hasta los 143 metros de altura y en el punto más estrecho se acercan entre sí a tan sólo 80 metros. Allí cada grito es respondido por un cuádruple eco y más de un visitante hace la prueba. Entre las extrañas formaciones que merecen ser vistas están Los reyes magos, El fraile y El tablero de ajedrez, aunque no hay que dejar de lado La ciudad perdida, otra increíble escultura natural que requiere de un guía ya que su acceso está reservado a vehículos especiales.

A volar
En Fátima se puede hacer realidad el sueño de volar practicando parapente. Es que en el año 1996 se descubrió la zona de Cuesta Vieja como uno de los paisajes aptos para disfrutar de este deporte. Se debe a que su altura, con respecto al Valle de Antinaco, es de 600 metros, con orientación hacia el este, lo cual permite despegar, elevarse y viajar sin dificultades. Así, con la ayuda de la Escuela de Parapentes, los principiantes pueden tomar vuelos biplazas, en los que son acompañados por un especialista, sin necesidad de tener experiencia o asistir a un curso previo. Generalmente los vuelos tienen una duración de 20 a 40 minutos y no hay límite de edad para los que deseen viajar por los aires, al menos por un rato.



El Encuentro

Tinkunaco, fiesta divina y pagana

Cosas Nuestras
Revista N° 19
La Rioja

En La Rioja el último día del año se festeja desde temprano. Las calles se visten con el colorido de la tradición y la gente puebla la plaza principal esperando al Niño Alcalde, la figura central de una de las celebraciones religiosas más singulares del país.


El sol riojano calienta las calles del centro, se acerca el mediodía del último día del año y la gente avanza a paso lento. El recorrido se hace largo pero todos caminan con una sonrisa dibujada en el rostro. Van a presenciar el Tinkunaco, una celebración que data de 1593 y que aún hoy, después de más de cuatrocientos años, se festeja con la participación de todos los riojanos. Cada 31 de diciembre habitantes de todos los pueblos de la provincia bajan a la plaza 25 de Mayo. Unos van vestidos en tonos violeta y amarillo con una banda que les cruza el pecho, tienen flores bordadas en su ropa, encaje y lentejuelas, y portan una bandera adornada con cintas de seda de varios colores. Otros llevan en el torso un escapulario que les cubre el pecho y la espalda, con infinidad de espejitos y cintas. Representan a los españoles y a los diaguitas de la época de la conquista, y se dirigen hacia la Casa de Gobierno de La Rioja para propiciar el encuentro que fusiona fe cristiana y cultura nativa, y que al igual que en los años de colonización, los riojanos conmemoran para reivindicar su origen y tradición.


"Esta fiesta tiene un carácter muy emotivo, es parte de nuestra identidad, por eso aquí todos salimos a la calle a presenciar el encuentro del Niño Jesús y San Nicolás de Bari", describe un puestero que está presente en todas las celebraciones. Es que a esta fiesta no falta nadie; también se suman turistas extranjeros y visitantes de otras provincias argentinas. El destino de todos ellos es el centro de la ciudad, que los recibe con flores, carteles de bienvenida y calcomanías con la figura del Niño Alcalde, de carita redonda, ojos azules y cabello rubio enrulado. A medida que van llegando a la plaza principal cada uno disfruta según sus gustos, ya sea con empanadas y confituras que se venden en los puestos al aire libre, o bien tomando añapa o aloja, las clásicas bebidas ancestrales elaboradas en base al algarrobo.

EL NIÑO ALCALDE
"Es una fiesta histórica que deviene de un hecho religioso y político", explicaGisela Cah, una riojana que año tras año participa del Tinkunaco, voz quichua que significa encuentro. "Tiene su origen en un enfrentamiento en el cual los pobladores originarios se proponían expulsar a los españoles que los oprimían, aunque por suerte podemos llamarla la guerra que no fue", agrega. El mediador que intervino para frenar la inminente lucha fue San Francisco Solano, quien llevaba la imagen del Niño Jesús y gracias a él logra aquietar los ánimos hasta que aborígenes y españoles aceptan dialogar. Según Cah, "los diaguitas aprueban la propuesta de paz basándose en dos condiciones: que renunciara el alcalde de la ciudad -hasta ese momento primera autoridad y forma de gobierno español que conocían los nativos-, y que fuese designado el Niño Jesús como su reemplazo". El pacto lograron concretarlo el último día del año en la Casa de Gobierno, debido a que en esa fecha se producía el cambio de autoridades en las ciudades de América Hispana que carecían de virrey.

De ahí que se estableciera esa fecha para la celebración indígena y desde entonces, hasta la actualidad, El Niño Alcalde representa la máxima expresión de paz en suelo riojano.

Año tras año miles de fieles repiten el mismo ritual. Cuando el reloj de la iglesia catedral marca las 12 del mediodía, dos procesiones formadas por ayllis, palabra quichua que se identifica con los diaguitas, y por alféreces o "gente de a caballo", que se asocia con los españoles, se ubican en los alrededores de la plaza 25 de Mayo. La ceremonia comienza cuando los acordes de la Banda de Música de la Policía de la provincia anuncian que la imagen del patrono San Nicolás de Bari sale de la Catedral. Mientras tanto, desde la iglesia de San Francisco, ubicada a 100 metros hacia el norte de la plaza, un grupo de ayllis lleva en andas la imagen del Niño Alcalde. Va con una capa negra de terciopelo, un sombrero con plumas y un bastón de mando. Ambos grupos marchan bajo el sonido penetrante de la caja y entonan un canto litúrgico tradicional en el que se entremezclan frases en quichua y en castellano. Es el momento más silencioso de la fiesta, en que todas las miradas se dirigen a contemplar la elegancia del Niño que avanza sobre su trono de plata.

LA ALIANZA
El gobernador, el intendente y la mayoría de las autoridades provinciales participan también de esta fiesta. Cada uno en su función cumple un rol fundamental, por eso no es de extrañar que ellos esperen estoicos frente a la Gobernación. La tradición manda que sólo basta una orden del alférez mayor para que las banderas flameantes que portan se inclinen, y todos los presentes se arrodillen tres veces delante del Niño Alcalde. "La reverencia se hace en señal de sumisión ante quien está a punto de asumir como nueva autoridad gubernamental", precisa Gisela Cah. Aunque lo más simbólico y esperado del encuentro es el gesto de la entrega de mando, cuando se le otorga a los diaguitas la llave de la ciudad.
A partir de ahí, la alegría invade los corazones, el Niño Jesús es el alcalde. La gente aplaude, agita enérgicamente sus pañuelos y aclama a su nuevo gobernante pacificador. Luego de este acto el Niño es llevado a la Catedral, donde permanece hasta el 3 de enero, día en que finaliza la ceremonia con la entrega al intendente de la Sagrada Biblia, para expresarle que bajo esa ley las tribus quieren ser gobernadas. Así, con cada Tinkunaco que se festeja, cada generación de riojanos reconoce la alianza político-religiosa que los gobierna desde los inicios del siglo XVI. Y ni el fin de año, ni las autoridades de turno, ni las diferencias religiosas harán que ellos olviden uno de los hechos que sentó las bases de su cultura.


LA FIESTA DE LA CHAYA
En épocas de carnaval La Rioja festeja con la Chaya. Es un rito de alegría y agradecimiento, en el que se juega con harina, agua y albahaca y se brinda con un buen vino riojano. Como todo rito ancestral tiene su origen en una leyenda, que trata de un amor imposible entre una niña indígena y un joven príncipe. La historia cuenta que en la tribu había una bella joven que estaba enamorada del príncipe Pujllay, y que dolida por su amor imposible se adentró en las montañas y se convirtió en nube. Una nube que vuelve cada año en forma de chaya o rocío para alegrar la tierra sedienta. Pujllay, en tanto, es un personaje que en el festejo es representado por un muñeco grotesco y andrajoso que preside la algarabía popular. De él se dice que caminaba errante en busca de la princesa, y que al llegar a cada tribu durante la cosecha compartía la alegría de los agricultores embriagándose de pena y soledad. Pero un día, ya cansado y desilusionado, Pujllay se suicida cayendo en el fuego de la celebración. Esta historia se traduce actualmente cada mes de febrero en la quema del muñeco Pujllay, y en el entierro de sus cenizas al terminar el carnaval. Aunque antes de ello, hay que ver cómo se festeja la Chaya en todos los barrios de la capital, y especialmente en Chilecito. La gente se embadurna de harina y agua, lo que los riojanos llaman topamientos. Hombres por un lado, mujeres por otro, se abalanzan tres veces unos contra otros, siempre al son de las vidalas y al grito de "¡Chaya!". En el tercer choque se funden todos en un baile, desparraman agua, harina, albahaca y se corona estableciendo el vínculo mediante la entrega de la "guagua" o ahijado, que hoy no es otra cosa que un muñeco de masa dulce que más tarde comen entre todos. Luego, comparten un vaso de vino y no paran de bailar hasta entrada la noche.

7 ago 2008

ARTE MARCIAL

La trayectoria de Marcial Berro, en una muestra en el Museo de Arte Decorativo

Moda yBelleza
La Nación
07/08/08


Objetos del deseo , una muestra para conocer las creaciones de un diseñador de joyas que triunfa en el exterior. "Siempre hubo un toque de argentino en mis objetos, aunque estuviesen hechos en el otro lado del mundo", es la primera aclaración que hace Marcial Berro cuando se dispone a contar su historia. Es que este actor, luego periodista, y más tarde devenido diseñador de alhajas ha hecho toda su carrera en Estados Unidos y Europa, donde cosechó las mejores críticas de la prensa especializada. Luego de treinta años de ausencia, regresa al país y lo celebra con una muestra en el Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires.

Marcial Berro tenía 20 años cuando, de la mano de Marta Minujín, viaja a Nueva York en busca de nuevos horizontes. Era la época de los años 60 y el maravilloso mundo del pop art, y fue allí donde descubrió, casi por casualidad, su pasión por el diseño de joyas. Comenzó dibujando bocetos de alhajas y objetos que poco a poco fue creando junto con distintos artesanos, según el tipo de material con el que trabajaran. "Mis primeros diseños en Nueva York fueron meccanos de plata de piezas intercombinables de formas esféricas y cónicas que se usaban como aretes o broches", recuerda orgulloso. Y no es para menos, gracias a esos aros Andy Warhol fue su primer cliente. "A partir de ese momento noté que mis creaciones gustaban y me dio un entusiasmo loco de seguir diseñando. Empecé a usar piedras semipreciosas y distintos metales a medida que iba conociendo artesanos capaces de materializar mis ideas", describe.

Ya a fines de los años 70, en pleno auge de la alta costura, se instaló en París y se dedicó a diseñar para su clientela privada. Y tal fue el éxito que en poco tiempo se encontró diseñando joyas, muebles no convencionales y objetos únicos para la cristalería Baccarat; las firmas Chanel, Karl Lagerfeld, Yves Saint Laurent y Montana, y para personajes como Catherine Deneuve y Carolina de Mónaco. De esos trabajos cuenta que luego surgieron muestras en grandes museos y centros de exposición parisienses, y su inclinación por el diseño de objetos de decoración de gran tamaño que expone cada dos años.

En la inauguración de la muestra, que podrá verse hasta el 14 de septiembre y que recorre su trayectoria a través de las piezas más ponderadas, además de su último trabajo: una serie de alhajas y objetos hechos en el país, Berro habló sobre su carrera.

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¿Cómo surge esta exposición de joyas y objetos?
- Gracias a Samuel Paz, director del Museo de Bellas Artes, que ha visto varias de mis muestras en el exterior y conoce mi trabajo. El me presentó al director del Museo Nacional de Arte Decorativo, Alberto Bellucci, y juntos organizamos esta muestra. Mi propósito es mostrar mis diseños y el trabajo que hice con artesanos argentinos, que los hay y muy buenos.

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¿Qué se puede ver?
-Esta es la primera muestra que hago en el país y me ha parecido bien mezclar todas las cosas que he hecho con diversos artesanos europeos y lo que hice aquí, con el Instituto Municipal de Cerámica de Avellaneda, como las botellas de grès, las columnas, las tinajas de cerámica y algunas joyas de platería criolla. De alguna manera, esta muestra recorre toda mi carrera como diseñador.

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¿Qué materiales usa?
- Todos los materiales son nobles para mí, uso mucha plata, también plomo, acero, zinc, algo de oro y piedras semipreciosas que nadie quiere. Mezclo, por ejemplo, plata, acero, semillas amazónicas, obsidiana y coral en un collar. También uso lapislázuli, topacio, cuarzo, ágata gris, perlas, corales, zafiros, cristal de roca, ébano y turmalinas, ya sea en anillos, broches, pulseras, colgantes o aros.

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¿Cómo define su estilo?
-Siempre hago lo mismo, mi constante es la mezcla de formas geométricas y orgánicas, usando diversos metales y piedras que muchos descartan. No me gustan las cosas terriblemente caras, no les tengo mucha simpatía, mis diseños no son para celebrar la riqueza, sino para festejar la mirada del otro.

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¿Qué es lo que más le gusta del diseño de joyas?
-Estar en un taller, estar en obra. Trabajar con artesanos es un proceso de conocimiento, y cuando logro conocer la habilidad que posee cada artesano dibujo para esa habilidad. Es un trabajo en equipo.

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¿Cuáles son sus próximos pasos en el país?
-Próximamente instalaré un corner en la boutique de Pablo Ramírez, donde se podrá conseguir una serie de anillos de ediciones limitadas. Y sigo haciendo joyas a pedido.

Por María Elena Baggio